Descifrar la fisonomía de la “hegemonía débil” de los gobiernos posneoliberales o de los “populismos”, en momentos en los que muestran escasa capacidad de “resistencia” a la avanzada de las derechas, se torna importante no solo para entender la crisis que atraviesan estos proyectos, agotadas las condiciones que permitieron su auge; sino también porque podemos decir que en Latinoamérica estamos asistiendo a un lento, contradictorio y desigual proceso de emergencia de los asalariados.
La “hegemonía”, las “revoluciones pasivas” y la “voluntad colectiva nacional-popular” (y en menor medida la de “Estado integral”) fueron algunas de las principales temáticas gramscianas con las cuales un destacado sector de la intelectualidad de izquierda latinoamericana intentara pensar la historia de nuestro subcontinente, sacar conclusiones de las derrotas de los procesos revolucionarios de los años ‘70 y establecer las claves de una concepción de tipo “gradualista” que bien sintetizara José Aricó cuando definía al marxismo de cuño gramsciano como el “punto de partida para pensar la transformación democrática de la sociedad”.
Con la imposición de una democracia con fuertes compromisos con los regímenes dictatoriales que la precedieron, y que a medida en que se imponía el neoliberalismo se fue constituyendo como una democracia degradada, oligárquica y de “casta”, las crisis en Ecuador, Bolivia y Argentina, las expectativas de una vía “socialdemócrata” para América Latina, que ya en los ‘90 se habían vuelto minoritarias, fueron remplazadas por una reivindicación de los llamados “populismos”, o lo que hemos denominado gobiernos “posneoliberales”.
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