Hace mucho que en España, en el campo de las luchas educativas, se echa en falta una crítica global al conjunto del sistema educativo que sirva como punto de partida para construir alternativas de carácter sistémico. Aquellos sectores que han venido impugnando desde hace décadas, de forma muy sólida, la escuela capitalista han ido siendo apartados convenientemente de los ámbitos de discusión (y difusión) general, a medida que se imponían las soluciones tecnocráticas y la cada vez mayor centralización del currículum, al tiempo que se emprendía el ataque a la escuela pública desde diversos frentes. Afortunadamente, no faltan análisis bien fundados de las tendencias que sigue la educación occidental en relación con las necesidades del capital, como los de Nico Hirtt. Con todo, lo cierto es que la perspectiva socialdemócrata se ha convertido en absolutamente dominante en el movimiento de respuesta a las políticas neoliberales, sin que desde otras corrientes de la izquierda se vaya más allá de generalidades más o menos “socialistas”.
El pensamiento de Carlos Marx nos brinda algunas pistas a partir de las cuales es posible urdir esa posible alternativa. No de manera dogmática, catequística, sino partiendo de la realidad material presente, tal y como hicieron en su momento el genio alemán y, junto a él, Federico Engels. En sus ideas se inspiraron Krúpskaya y Lunacharsky para construir el que fue el sistema educativo más avanzado del mundo, hace ahora un siglo, y las mismas siguen siendo válidas, aun hoy, para dar cuenta y respuesta al fracaso de la escuela capitalista en múltiples facetas. Por ello, repasaremos sus aspectos más significativos a partir del magnífico estudio de M.A. Manacorda [1].
Partamos de la idea, expresada por Manacorda y enfatizada desde diversas corrientes críticas, de que la escuela tal como hoy existe es una institución históricamente conexa a estructuras sociales superadas. Si el modelo jesuítico que la inspira ya era anacrónico cuando empezó a extenderse la escolarización, ¿cómo no va a resultar obsoleto hoy, y no digamos en una futura sociedad socialista? Es por ello que ya Marx y Engels investigaron este problema, crucial para el marxismo no sólo por el papel que se atribuirá a la educación en el camino hacia la sociedad comunista, sino también dentro de la lucha del movimiento obrero por los derechos socioeconómicos, políticos y culturales del proletariado en el marco de la dominación burguesa.
Engels, en su proyecto de programa para la Liga de los Comunistas (1847), ya estableció que, tras la revolución, la dominación política del proletariado debía servir para llevar a cabo «amplias medidas que atentasen directamente contra la propiedad privada y asegurasen la existencia del proletariado». Una de esas medidas, «que dimanan necesariamente de las condiciones actuales», era la «educación de todos los niños en establecimientos estatales y a cargo del Estado, desde el momento en que puedan prescindir del cuidado de la madre. Conjugar la educación con el trabajo fabril [2].»
Aquí, tanto las medidas democráticas (universalidad y gratuidad de la enseñanza, de carácter público) como las socialistas (unión de enseñanza y trabajo) están destinadas a todos los niños, y no únicamente a los hijos de los proletarios. Son, por tanto, medidas de aplicación inmediata y validez universal, no meramente provisional. Obsérvese, además, que al final del párrafo Engels especifica que todas estas medidas «serán aplicables y surtirán su efecto centralizador [de la propiedad en manos del Estado] exactamente en el mismo grado en que el trabajo del proletariado multiplique las fuerzas productivas del país». Interesa destacarlo porque la discusión entre la prioridad de la educación o del desarrollo económico para la construcción del socialismo planeará sobre el despliegue del sistema educativo soviético durante la década de los veinte.
Es reseñable, asimismo, el vínculo que desde el principio se establece con «las condiciones actuales», como principio metodológico que debemos seguir a la hora de esbozar la futura escuela socialista. Pero, sobre todo, es la ligazón entre enseñanza y trabajo la que, al abordar las ideas pedagógicas de Marx y Engels, resulta más impactante y ajena a nuestras concepciones acerca de la educación. Y se debe remarcar la referencia al trabajo, por su caracterización en el pensamiento marxista, y no al mercado laboral como es típico cuando se plantea esta relación en el marco educativo capitalista (por ejemplo, al referirse a las “competencias clave” definidas por la Estrategia de Lisboa para la UE).
* Este artículo ha sido publicado por la CIPOML en Unidad y Lucha, nº 36 (abril de 2018), pp. 79-94.
[1] M.A. Manacorda (1979). Marx y la pedagogía moderna. Barcelona: Oikos-Tau.
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