Grupo para la investigación y la acción en la escuela

Abordar el fascismo en las aulas: una experiencia dentro y fuera de la enseñanza

Teoría y Praxis

Que el fascismo -y la ultraderecha en general- ha avanzado en nuestros barrios y otros espacios cotidianos, al compás de las sucesivas elecciones, es un hecho bien conocido. Tampoco se ignora la presión que viene ejerciendo sobre nuestro sistema educativo público, ya sea respaldando las políticas privatizadoras y segregadoras en beneficio de empresas privadas -y, sobre todo, de la Iglesia católica-, o bien con campañas que atacan el pluralismo y los valores democráticos sobre los que la escuela asienta su legitimi
dad, en buena medida, en los regímenes liberal-burgueses. No por casualidad, primero el PP y, más recientemente, VOX, han animado a sus seguidores a denunciar lo que tachan como «adoctrinamiento»: el laicismo, la defensa de los derechos de las mujeres, la educación sexual, las relaciones interétnicas, la no discriminación por motivos de orientación sexual y, en definitiva, todo aquello que, a su (envilecido) juicio, atenta contra la «libertad», de acuerdo con una visión fundamentalista y ultrarreaccionaria de la existencia. Es evidente por tanto que, como ya sucedió en los EEUU, las diversas expresiones de la extrema derecha conceden una importancia capital a la conquista de lo que sucede en los centros educativos como aparato -si bien pleno de contradicciones- de hegemonía.

Sin embargo, probablemente debido a los escrúpulos que produce el mito de la escuela “neutral” burguesa; o bien por la inercia de las sucesivas leyes educativas, dirigidas todas ellas a promover, en teoría, la autonomía intelectual del alumnado -mientras invocaban, eso sí, una ciudadanía «responsable», glorificaban a los «emprendedores», etc., etc.; o, simplemente, por lo espinoso del asunto, que requeriría poner sobre la mesa qué tipo de ciudadanos se pretende formar realmente en las escuelas, se habla más bien poco de cómo el fascismo va entrando en las aulas. Y no obstante, lo cierto es que el goteo de actitudes, expresiones, símbolos y aun demostraciones peores es bien perceptible, aunque con diferencias en función del contexto social y cultural, de la cohesión de los claustros y de las comunidades educativas y de la actitud de los equipos directivos. Desde el nacionalismo banal de pulserita, hasta las amenazas y pintadas, pasando por la omnipresencia del Cara al sol, las esvásticas grabadas en las mesas y los despliegues de banderas, entre otras, son muestras de una tendencia que, sin duda, preocupa a muchos docentes que, sin embargo, se ven con pocos o ningún instrumento para hacer frente a la situación.

La organización del profesorado como herramienta

En 2015 empezamos a fraguar Teoría y Praxis, «grupo para la investigación y la acción en la escuela», como núcleo de docentes, abierto a estudiantes, donde llevar a cabo una reflexión colectiva sobre nuestra propia práctica que nos permitiera ser no tanto más eficientes en la enseñanza de las respectivas disciplinas, sino sobre todo más coherentes con nuestros objetivos comunes de transformación social. Partíamos, por tanto, del reconocimiento explícito del carácter de la educación como actividad política, en el sentido más amplio del término, así como de una concepción de los profesores como “intelectuales” desde un punto de vista gramsciano. Y para ello intentábamos basarnos en el conocimiento y experiencia acumulados por grupos y autores ya veteranos en el campo de la didáctica de las Ciencias Sociales desde presupuestos críticos y transformadores, fundamentalmente los que se organizaron en Fedicaria entre la década de 1990 y los primeros 2000, y que de uno u otro modo aún prosiguen sus investigaciones.

Hasta la fecha, si bien lentamente, Teoría y Praxis ha ido creciendo como grupo estable, pero muy flexible y en buena medida informal, lo cual nos ha permitido compaginarlo con otros proyectos profesionales. De esta manera, se ha consolidado como reducto en el que llevar a cabo un tipo de propuestas que pocas veces pueden desarrollarse en el seno de los departamentos, dado que su pluralidad ideológica o de intereses, el conservadurismo de claustros o directivas, etc. suelen abocar al aislamiento o a una práctica de “francotirador” desde luego meritoria, pero que nos parecía insuficiente en relación con nuestros objetivos sociopolíticos. Desde este enfoque de la formación del profesorado, como actividad autónoma pero colectiva y dirigida a la transformación de nuestra práctica -y, en lo posible, de la realidad circundante-, hemos ido organizando diversos seminarios y jornadas, además de participar en congresos y preparar algunas publicaciones colectivas, que han facilitado el contacto y la colaboración con otros grupos similares y con el mundo académico y universitario.

Vale la pena señalar que el hecho de no haber podido integrar estas preocupaciones en nuestras respectivas militancias sindicales, como sería deseable, no se debe a ningún afán de parcelar las luchas por nuestra parte sino, probablemente, al predominio de las corrientes socialdemócratas y de las preocupaciones “identitarias” en los aparatos sindicales, así como a las presiones tecnocráticas de las administraciones sobre el profesorado a la hora de desarrollar actividades formativas.

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About TEORÍA Y PRAXIS

Somos docentes dialéctico-críticos, disconformes con nuestra realidad profesional, que pretendemos someter a una revisión permanente nuestra propia práctica.
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